Este es un artículo que me pareció muy interesante compartir aquí, ya que es un tema bastante actual y que nos está afectando y afectará a todos en algún momento. Lo tomé del periódico El Mundo – Autores Quico Alsedo de Madrid y Carlos Fresneda de Londres. Publicado el 11 de junio del 2023. Donde realicé algunos cambios y agregué comentarios propios.
Un pueblo de Irlanda consigue prohibir el acceso a los móviles a menores de 12 años. Un investigador asegura que «los nuevos nativos digitales son la primera generación de la historia con menos coeficiente intelectual que sus padres».
Italia prohibió hace seis meses el uso de móviles dentro de sus aulas -Francia lo hizo en 2018- excepto para funciones estrictamente lectivas: «Son como la cocaína», dejó dicho el ministro de Educación, Giuseppe Valditara. Sus camellos ya tienen una demanda en su propia casa: el distrito escolar de Seattle (EEUU) demandó en enero ante la Corte Federal a TikTok, Instagram, Facebook y Snapchat por promover a sabiendas una «crisis mental» entre sus jóvenes (con sus derivadas de ansiedad, depresión y eventuales suicidios). Basta con observar a su propio hijo o los niños, no sueltan la pantalla ¿Verdad?. Estamos rodeados, ¿dónde está leyendo usted este texto? En el móvil seguramente.
Hace ya tiempo que se ha empezado a sospechar que internet, además de modernizarnos, venía a esclavizarnos más eficazmente. Mientras pensábamos en eso (y mirábamos Twitter de reojo y a la vez mandábamos un par de whatsapps), dejamos al niño en manos del iPad (y no al revés).
Un 22% de los españoles con menos de 10 años tiene un smartphone que le daña las meninges, según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, un porcentaje que se eleva hasta el 91% entre los 12 y los 18. Pero dejemos los porcientos: salga a la calle y vea a madres y padres colocar sus tabletas-bozal sobre sus pequeños en el metro o transporte, en la terraza, donde sea. En efecto: funciona mucho mejor que pasar tiempos con ellos o buscar un modo de entretenimiento como en nuestros tiempos.
Hay alumnos de 13 años que apenas saben leer y estudiantes de bachillerato que no ponen ni una tilde. En la Infancia Tres de cada cuatro niños de 12 años odian su cuerpo por las redes sociales. La iniciativa de un pueblo de Irlanda de controlar el empleo de la tecnología de los más pequeños muestra el camino: se reducen los niveles de ansiedad y se mejora el rendimiento escolar. Cuando los niños cumplen 18 años no les damos un coche y les dejamos conducirlo. Primero les enseñamos. Pues con el móvil hay que hacer lo mismo.
El uso de móviles en niños menores de 16 años esta afectando la adolescencia, la búsqueda de identidad en ellos y afectando su salud emocional. Basta con ver las noticias actualmente, donde varias adolescentes se han quitado la vida, por el bullying, otras siendo abusadas sexualmente y grabados sus agresores como un juego con sus móviles, y todo esto es consecuencia de un mal uso de cualquier información que aparezca en red y evidentemente llega a los niños a través de sus móviles o tablets. Por otro lado los dibujos de Youtube que los más pequeños ven a diario mientras comen, descansan o haces miles de cosas en casa o compartes con amistades para que «no molesten». Los móviles están atontando la mente de vuestros hijos.
El debate sobre desde qué edad exponer a nuestros hijos al uso de móviles que retrasan notablemente su desarrollo, es cada día más acuciante. Han desfilado «más de 3.000 menores» desorientados/perdidos. Michel Desmurguet, doctor en Neurociencia del Instituto Nacional de la Salud de Francia expresa que «A los 18 años, un chico ha pasado ante la pantalla el equivalente a 30 cursos lectivos, o 40.000 episodios de una serie». «Steve Jobs no tenía ordenadores ni iPads para sus hijos en casa, y lo mismo la mayor parte de
ejecutivos de Silicon Valley». «Cuando un grupo de padres amenazó a Disney con denunciar su app Baby Einstein, la empresa quitó la palabra «educativo» del producto». Como cristianos es importante evaluar el contenido infantil o todo lo que los niños ven en la TV, móvil o tablet, ya que estamos exponiendo a nuestros hijos a cualquier tipo de contenido que a la larga formará parte de su educación y desarrollo.
Todos esto ha contado Desmurguet en su libro La fábrica de cretinos digitales (Península), cuyo título debería alarmarnos. ¿Y si en vez de hacer a nuestros hijos más listos estamos haciéndoles más tontos? Cuando le quitamos el móvil a un niño hay menos distracciones en clase y fuera de clase, y eso es algo que agradecen también los profesores. Otra visión desde España: «Hay mucha patología dual: hoy casi todos los trastornos de los niños y adolescentes se vinculan al uso de la tecnología, particularmente en móviles y, sobre todo, de las redes sociales», dice Marc Masip, uno de los psicólogos patrios más vinculados al estudio y el tratamiento de adicciones a nuevas tecnologías en sus centros Desconect@. «Las redes ya son peligrosas de por sí, por la ausencia de control para los chicos, pero cuando hay un
problema de salud mental ya son un potenciador enorme, y un normalizador de esos trastornos». «Se necesitan leyes estatales urgentemente, es así», añade. «Es lo mismo que pasó con el tabaco, o con el casco de la moto: hay que regularlo, ponerle límites a las tecnológicas. El scroll infinito es un elemento adictivo clarísimo y todo el mundo lo sabe. Acceder a contenidos pornográficos sin control no puede suceder sin más. Y luego, ¿cómo puede ser que los propios Instagram o Meta te digan en sus especificaciones que sólo se pueden usar sus productos a partir de los 16, y luego lo incumplan tan flagrantemente».
-Pero, ¿dónde pone eso?
-En su propia política deontológica consta, lo puedes encontrar fácilmente. Whatsapp lo mismo, dice que no se puede usar antes de los 16, pero se usa. Esto no puede ser, sin más.
Irlanda ha comenzado esta semana a marcar el camino. Concretamente Greystones, una pequeña localidad costera a 50 kilómetros al sur de Dublín. La chispa prendió en el colegio St. Patrick y se propagó por las ocho escuelas primarias del pueblo, que han suscrito el así llamado No Smart Device Voluntary
Code (algo así como Código Voluntario de No al Smartphone) para los menores de 12 años. «Nos están llamando de todo el mundo», reconoce a Papel la directora, Rachel Harper, impulsora de la iniciativa también. Los propios niños aprecian los beneficios ”
No se trata de una prohibición taxativa del uso de móviles en escuelas primarias, sino de un
código que se ha ido adoptando de manera voluntaria en los colegios y en las familias. Ha habido que explicar las razones a los propios niños». La iniciativa tuvo en principio alcance local hasta que un artículo en The Guardian acabó viralizándola hasta el punto de que el ministro de Salud irlandés, Stephen Donnelly, ha decidido recomendarla como «una directiva nacional». «¿Dejarías que tu hijo abriera la puerta de casa a un extraño?», es la pregunta que llamó la atención de Harper y que ella misma utiliza ahora para embarcar en la tarea a los padres. «Pues precisamente eso es lo que estamos haciendo con los
móviles. Estamos permitiendo que gente que no conocemos entre en sus vidas, que fuerzas que no controlamos tengan una influencia sobre ellos y afectar a su bienestar mental». El beneficio más inmediato del «código» ha sido la caída de los niveles de ansiedad en los niños y la mejora del rendimiento escolar. Hay menos distracciones en clase y fuera de clase. Y los propios niños aprecian los beneficios porque los ven en sus propios compañeros.
«La idea es ampliar la conversación y lograr que la demora en el uso del móvil, al menos hasta la escuela secundaria, se acabe imponiendo por sí mismo como la nueva norma», insiste la directora de St. Patrick. «Los niños y niñas de nueve años estaban ya demandando a sus padres un teléfono inteligente para uso personal. Y la tendencia era a seguir adelantando la edad, darles acceso a contenido adulto y acabar acortando cada vez más la infancia». Como creyentes en Dios, necesitamos estar mucho más pendiente de lo normal con lo que nuestros hijos ven, ya que basta con que consuman un poco de pornogr4fía para que empeore la situación en casa.
Un ejemplo de una madre que tiene una hija de 10 años y un hijo de ocho, comenta que se estaba acercando a la edad «peligrosa». Su hija quería un móvil a los 11 y ahora tendrá que esperar hasta la escuela secundaria. La verdad es que todos los padres hemos notado cómo ha bajado la presión y no tenemos ya que vernos ante una batalla diaria por culpa de la tecnología Comenta la madre. Continua diciendo: «yo recomendaría a los padres que empezaran explicando a los niños las razones por las que conviene esperar: el tiempo que les roban los smartphones, los contenidos que no son apropiados para su edad, la negatividad que existe en internet… Que comprendan cómo esto lo hacemos por su propio bien y por su salud mental, para que tengan una infancia feliz». «Y es bueno hacerlo de una manera voluntaria, para que sepan que cuando te comprometes a unas reglas hay que seguirlas. Con el apoyo de la escuela todo es más fácil, porque baja también la presión de los amigos y la competitividad entre ellos, y eso hace todo más llevadero en casa. La actitud de los niños hacia la vida en general cambia como de la noche a la mañana en cuanto desaparecen los teléfonos».
Volviendo a España: ¿Podemos estar viviendo, ante la emergencia de internet y los entornos digitales,
una crisis de madurez como por ejemplo ante la heroína en los años 80? «Lo que está claro es que también hay que mejorar los controles parentales, porque claramente los jóvenes se los saltan, y dejar espacios libres sin tecnología, momentos del día: cuando comemos, por ejemplo. Que ese rato sea libre de móviles. Como con el alcohol o los tóxicos, hay que establecer un aprendizaje adecuado, generar a los niños un criterio propio. Y luego está el ejemplo, no podemos pedir a los chicos que controlen la tecnología mientras nosotros jugamos al Candy Crush».
Es evidente que la tecnología no facilita la creatividad; si no te tienes que buscar la vida para las cosas, no hay estimulación. El cerebro funciona así. Y luego está el efecto a largo plazo: lo que afecta al lenguaje,
afecta al pensamiento, y lo que afecta al pensamiento afecta a cómo comprendemos el mundo. Cuidado con eso.