En algún momento de nuestras vidas hemos vivido situaciones donde nos han hecho daño, ya sea físico, verbal o con acciones. Normalmente estas afectaciones provienen de personas importantes en nuestra vida: familia, pareja, amigos, etc.
Ese dolor que se sientes produce una herida, algunas son superficiales otras tan profundas como si te partieran el corazón en mil pedacitos. Las personas que no sanan estas heridas, desarrollan amargura, rechazo, resentimiento, orgullo e incluso enfermedades.
Por otro lado, Dios nos dice que debemos perdonar a quienes nos ofenden así como también que amemos a «nuestros enemigos».
Me gustaría enfatizar que amar a alguien es una decisión y partiendo de ello, no podemos tener la excusa de decir «no puedo amarlo/a si me ha hecho daño» porque está en ti la decisión de hacerlo. Por otro lado, en el caso de «amar a la persona que ha hecho daño» hace referencia a no tomar venganza por su cuenta, no devolver mal por mal sino mal por bien como nos indica Pablo en Romanos 12. «Bendecid y no maldigáis» (V-12) Todo lo contrario de odiar es amar.
Entonces, ¿Cómo puedo amar a alguien que me ha hecho daño?
1) Orando por esa persona: Hablar con Dios y desahogarnos con Él es la mejor medicina para nuestra alma y corazón. Todo el odio, rechazo, resentimiento y decepción que se pueda tener se lo podemos expresar a Dios incluso entre lágrimas. Dios es el único que puede ofrecer consuelo sacando el dolor de nuestro corazón. A medida que vayamos hablando con Dios se desarrollará una intimidad profunda con Él.
2) Perdonando: Contaré una historia para explicar este punto mejor. María había tenido una relación con un chico, pero éste no quería ninguna responsabilidad de una relación formal. Prefirió llevar la relación a escondida de la iglesia y seguir como si nada. María solo quería estar con las migajas que él le daba. Esta chica sufrió tanto que cayó en un pozo oscuro, frio y sin fondo donde no sabía como salir de allí. La relación finalmente terminó, pero el dolor que María sintió fue tan devastador, que ella parecía una muerta en vida. Su corazón estaba lleno de tristeza, decepción, orgullo, ansiedad, depresión y soledad. Se fue a otra iglesia y Dios usó personas para que esta chica pudiera salir de ese pozo, pero en su camino de sanar heridas Dios le pidió algo. «Perdona a ese chico» ella molesta le dice a Dios «¿por qué tendría que perdonarlo, si él fue quien me hizo daño a mi?» y su respuesta fue «por obediencia a mi». Esas palabras bastaron para tomar la decisión que la llevaría a liberar por completo su corazón de todo aquel sentimiento horrible que tenía hacia la persona que tanto daño le había hecho.
Dios no nos pide lógica, Dios nos pide obediencia y que aquello que dependa de nosotros estemos en paz con los demás.
«Hagan todo lo posible por vivir en paz con todo el mundo.» Romanos 12:18 TLA